Carlos Zambrano y una conversación con el adolescente que ahora cumple el sueño de vestir la camiseta de Alianza Lima con 33 años.
Tenía 17 años. Apenas se le notaba la barba y casi no tenía bíceps, pero andaba con la seguridad de un tractor. Carlos Zambrano quería comerse el mundo con los pies, habilidad curiosa dada apenas para un puñado de jóvenes. Mientras caminaba por el Parque Kennedy, camuflado en el anonimato, el flaco nuevo futbolista del Schalke 04 de Alemania, surgido de la verdadera cantera peruana para el mundo que es Cantolao, se detiene en un semáforo y dice, como si viniera del futuro, una frase que resume su inocencia.
Es el verano del 2006. Todavía no es futbolista de selección adulta, no ha jugado por más de 200 partidos entre Alemania, Rusia, Grecia y Suiza, ni se ha puesto la camiseta que alguna vez fue, nada menos, que de Julio Meléndez. Todavía no sabe con exactitud cuánto será su primer sueldo de juvenil, solo que hace frío y debe llevar casacas. La única certeza del ‘León’ esta tarde es que con la primera plata fuerte que gane le va a comprar la casa nueva a su mamá y luego, con el tiempo, va a volver a jugar por el club del que es hincha.
Desde entonces, Carlos Zambrano le dijo lo mismo a su círculo cercano, a sus patas, a su familia. Primero era, claro, casi una broma: ¿cómo vas a pensar en volver si ni siquiera te has ido bien del todo?, le decían algunos, que solo miran el fútbol peruano como retroceso, sin ambiciones, como la caverna a dónde deben morir los elefantes. Luego, se fue haciendo proyecto: cuando ya era titular seguro en la selección de Markarián, recibió una llamada de Matute y el 27 de diciembre del 2015 se puso por primera la camiseta aliancista. Dicen que se quiso ir a su casa con la chompa puesta. Que se acordó de aquella vez en que, en un mercado de Gambetta, se enamoró de esos colores. Quizá recién lo saben, pero esa tarde terminaron de convencerlo. Y si bien no hacía falta, en el avión rumbo a las vacaciones el ‘León’ le habló a su hermano y le dijo, muy claro: cuando llegue el día, hacemos todo para volver al Perú y jugar aquí.
Bueno, ese día llegó. El ‘León’ Zambrano es nuevo futbolista de Alianza Lima y este martes entrenará por primera vez. No tengo dudas: aprenderá día a día Yordi Vílchez en el gimnasio, pero también mirará sus movimientos Alec Denemouister de Melgar, Gianfranco Chávez de Cristal o Piero Guzmán de la ‘U’. Es lo que genera alguien de ese tamaño: no llega a un club sino a un país. Sobre las condiciones económicas, exageradas o dinamita, se encargarán los contables. Sobre su titularato y su liderazgo en el campo, es trabajo para el técnico Chicho Salas. Aquí, con enorme alegría, pienso en aquella mañana del 2006, hace 17 años, cuando Carlos Zambrano no tenía absolutamente dinero en la cuenta, ni autos de alta gama ni, mucho menos, el futuro diferente. Solo tenía fortuna: sus sueños. Y en ellos, a su familia. Como ya le compró la casa a su mamá, ahora solo quedaba ponerse la camiseta del club que es hincha. Eso, a los 10, a los 20, a los 33, es suficiente lujo.