En plena posesión de sus facultades mentales, Chávez Chino declara haber sido víctima de torturas, maltratos y abusos físicos constantes por parte de las autoridades del Instituto Nacional Penitenciario.
La acusada afirma que su salud y bienestar están en deterioro debido a la persecución sistemática y las condiciones inhumanas impuestas para impedir su defensa, incluyendo amenazas de muerte y prohibiciones. Esta situación la ha llevado a iniciar una huelga de hambre seca para exigir la renuncia inmediata de la administración penitenciaria y el fin del acoso constante.
En su carta, Chávez Chino deja al descubierto una petición desesperada de justicia, solicitando realizar una videollamada para despedirse de sus padres, advierte que no aceptará ni revisión médica ni reanimación, defendiendo esta decisión como su última voluntad y pidió en caso de fallecimiento ser cremada en Tacna.

