Por: Óscar Vásquez.
Luis Fernando Olivera Vega llegaba al país en un vuelo procedente de España, donde reside desde hace varios años, esto no le impide liderar un partido político y menos pronunciarse sobre la situación del Perú. Su característica siempre ha sido hablar sin control y disparar agravios a diestra y siniestra.
El viernes 26 presentó su pasaporte en migraciones y encendió todas las alarmas, tenía una orden de detención ordenada por el 3°Juzgado Unipersonal de Moquegua. El juez Luis Antonio Talavera lo había declarado reo contumaz por no presentarse a las citaciones ordenadas por su despacho.
Notificados los agentes de requisitorias, Popy Olivera quedó en calidad de detenido y trasladado a esa dependencia policial. Olivera no tardó en comunicarse con sus amigos para mantener su bochornosa captura en secreto y así, evitar el escándalo. Popy, fundó el partido de la escoba con su socio y ahora tribuno del Tribunal Constitucional Gustavo Gutiérrez Ticse, el articulador del fujimorismo en esta institución.
La orden llegó de inmediato, los policías consideraron el caso como top secret, nadie filtró la noticia. El parlanchín Olivera se quedó mudo y durmió en una celda. Al día siguiente, comunicado el juez de la detención, dictó una resolución ordenando una audiencia de juicio oral de forma virtual.
Fue puesto a disposición del juzgado para dar inicio al juicio por difamación, querellado por la gobernadora Gilia Gutiérrez Ayala. El juez ordenó su libertad luego de comprometerse a cumplir con las citaciones de su despacho.
Popy Olivera tenía como candidata a la gobernación en Moquegua a Pamela Blas, por el Frente de la Esperanza, excluida por el Jurado electoral provincial. Viajó a Moquegua y como es su costumbre lanzo acusaciones sin sustento, difamando a la candidata Gilia Gutiérrez al sindicarla de pertenecer a una organización criminal liderada por Martín Vizcarra.
Gilia lo querelló de inmediato, durante el proceso Olivera debe demostrar cuál es esa organización criminal, que no figura en ninguna acusación fiscal. Al no existir prueba ni evidencia de esta difamación agravada, su condena es inminente.
Esto sería un precedente interesante para las futuras campañas políticas. Olivera ha construido su imagen por su lengua mordaz y muchas veces deslenguada, hasta que le salió el tiro por la culata. Gilia lo llevó hasta los tribunales.
En opinión de los observadores políticos de la región, estos furibundos ataques generaron una corriente de adhesión a favor de la candidata de Somos Perú. Ella figuraba en el cuarto lugar de las preferencias. Al vincularla con Vizcarra tenía la evidente intención de sacarla de carrera. Descubrió que la campaña nacional contra el expresidente no ha calado en la población y menos en su tierra natal.
Gilia Gutiérrez subió como espuma en las encuestas y llegó a escoltar al casi fijo ganador, forzando una segunda vuelta. Al pasar los días la ola siguió imparable y ganó unas elecciones que el candidato Jaime Rodríguez ya tenía en el bolsillo.
El triunfo de Gilia es la peor sentencia y castigo para Olivera, no solo su candidata quedo fuera, la víctima de su lengua venenosa terminó elegida como gobernadora, con una gestión que ha sorprendido por su audacia y capacidad para conseguir presupuestos. Integra por dos periodos consecutivos la Asociación Nacional de Gobiernos Regionales. No hay mal que por bien no venga.